
Para relaciones sanas, conversaciones incómodas. Por Erik Vallejo
Para lograr una relación estable, sana y duradera, es necesario tener conversaciones incómodas, confrontantes y sinceras. Y no me refiero a las que terminan en discusiones o malos entendidos, sino a aquellas que nos invitan a cuestionarnos, a escuchar sin juzgar y a abrirnos emocionalmente, aunque esto implique enfrentar nuestras inseguridades. Una conversación incómoda es aquella en la que se abordan temas sensibles, difíciles o profundos, que suelen evitarse por miedo a provocar discusiones, herir los sentimientos del otro o exponernos a la vulnerabilidad. Sin embargo, enfrentarlas es fundamental para fortalecer cualquier relación. Al final, te comparto una metodología que he diseñado y que ha demostrado funcionar de manera excepcional.
Este tipo de conversaciones no se limitan solo a las relaciones de pareja; de hecho, son igualmente necesarias en las relaciones familiares y de amistad. Después de una década escuchando a decenas de parejas, he notado que, en muchas ocasiones, los conflictos no se resuelven de manera efectiva. En lugar de dialogar y abordar el conflicto en su raíz, las parejas tienden a evitarlo o dejarlo pasar sin llegar a una verdadera solución. Esta misma dinámica también es común en las familias y entre amigos. El problema surge cuando no se superan estas diferencias, lo que genera distanciamiento emocional y fracturas en la relación, afectando profundamente los vínculos que se han construido con el tiempo.
Consideremos un caso hipotético: una pareja discute porque uno de ellos se quedó mirando fijamente a otra persona que pasaba justo por allí. Esto genera una escena de celos y un reclamo que pronto escala hasta que ambos terminan enojados. El disgusto dura unos días durante los cuales la comunicación se vuelve distante y fría. En algún punto, deciden que no quieren pelear más, así que se ofrecen disculpas y asumen que el problema se ha resuelto. Sin embargo, esto no necesariamente es así, ya que el conflicto no fue hablado con profundidad. No hubo una conversación incómoda que explorara las verdaderas causas del conflicto como inseguridades, faltas de respeto o una posible malinterpretación de la situación. En otras palabras, aunque la pelea terminó, no hubo un esfuerzo por escuchar al otro y comprender sus sentimientos; no se establecieron límites, ni acordaron una forma de resolver el problema en caso de que se presentase de nuevo. Esta falta de ajustes puede llevar a que la situación se repita o que, poco a poco, se pierda la confianza, afectando la relación con el tiempo.
¿Evitar los conflictos?
Cuando evitamos abordar los temas que nos molestan por miedo al conflicto, estamos construyendo una relación en una base inestable. La falta de comunicación sincera puede llevar a que los problemas se acumulen, creando una brecha emocional entre las parejas. De hecho, según Gottman y Silver (2015), las parejas que evitan los conflictos pueden parecer estables, pero están más predispuestas a una separación debido a la acumulación de resentimientos y problemas no resueltos.
Evitar las conversaciones incómodas por miedo a crear discusiones es una forma de huir de la realidad emocional. Las relaciones requieren de honestidad y de la disposición para hablar de aquellos temas que nos resultan sensibles. Es en esos momentos cuando realmente podemos vernos como somos, vulnerables y humanos. Esta vulnerabilidad, lejos de ser una debilidad, es el puente que conecta emocionalmente a las personas. Sin embargo, también se requiere de una actitud emocionalmente madura y el deseo de construir una relación sólida.
Ahora bien, abordar temas sensibles en una relación puede ser complicado si uno de los dos adopta una actitud hostil, defensiva o no tiene la capacidad para escuchar sin juzgar. Abrirse emocionalmente y al mismo tiempo ser empático son elementos necesarios para poder discutir estos asuntos de manera constructiva. Por ejemplo, imagina una relación en donde uno de los dos quiere hablar sobre las inseguridades que siente cuando su pareja mira a otras personas en la calle. Esta conversación puede volverse imposible si la persona que se siente incómoda teme que sus sentimientos sean minimizados o ridiculizados o, por el contrario, si la persona que ha sido objeto del reclamo, siente que su pareja es celosa, posesiva y que se imagina situaciones inexistentes. En ambos casos, asumir una postura radical sin darle la oportunidad al otro de expresarse abiertamente, genera distancia emocional y falta de confianza.
En otras palabras, si tú o tu pareja reaccionan con una actitud despectiva o arrogante, como diciendo «esto es lo que yo creo y por ende así es» o “lo que estás diciendo es una tontería que no merece ser discutida”, se genera una barrera que impide cualquier tipo de diálogo real. Tratar de invalidar los sentimientos del otro o descalificar sus preocupaciones agranda más el problema. En lugar de profundizar en la raíz de la inseguridad, como una posible falta de autoestima o el miedo al abandono, la conversación se convierte en una lucha de poder, lo que hace que sea imposible solucionar adecuadamente la situación.
El ego en las conversaciones difíciles
Uno de los mayores obstáculos en las conversaciones incómodas es el ego. A veces, admitir errores o aceptar nuestra vulnerabilidad puede ser percibido como una amenaza para nuestro orgullo. Sin embargo, dejar el ego y la arrogancia a un lado es una condición para mantener una comunicación abierta y honesta. Como mencionan Rogers y Farson (1987), escuchar con empatía es una habilidad fundamental para que las parejas construyan una conexión profunda y genuina. Es necesario escuchar sin emitir juicios, preguntar en caso de duda y comprender la perspectiva del otro.
Esto no significa, de ninguna manera, ser indulgente o permitir que el otro me haga daño. Se trata de mantener una actitud emocionalmente madura, donde se pueda hablar y resolver problemas sin llegar a gritar, manipular o caer en chantajes emocionales. Aquí la seguridad es clave, es decir, debo confiar en lo que mi pareja me dice, porque cuando el ego toma el control, nos volvemos arrogantes, desconfiados y cerrados a escuchar al otro. La madurez emocional implica estar abiertos a dialogar, reflexionar y encontrar soluciones juntos, sin dejar que el orgullo o la necesidad de tener siempre la razón afecten la relación.
Una metodología para las conversaciones incómodas
A lo largo de mis años como terapeuta, he desarrollado un método para abordar temas sensibles sin que se conviertan en discusiones o problemas mayores. Este consta de tres pasos, pero antes de aplicarlo, es necesario asegurarse de que las condiciones para la conversación sean las adecuadas: tiempo, lugar y estado emocional. ¿Qué significa esto? primero, hay que evaluar si es el momento correcto para tocar el tema; si hay emociones intensas y fuera de control, no es recomendable hablar en ese instante. Aun así, debe existir un compromiso y establecer una fecha futura para la conversación. Segundo, es importante elegir un lugar tranquilo, sin distracciones y privado, donde ambos puedan hablar con calma. Una vez que estos requisitos se cumplan, se puede proceder a la conversación siguiendo el esquema que detallaré a continuación.
- Escuchar al otro sin juzgar: escuchar es una de las herramientas más poderosas en cualquier conversación, pero debe hacerse de manera correcta: sin interrumpir ni juzgar. Según el psicólogo Carl Rogers (1951), la escucha activa y empática crea un ambiente de comprensión y respeto, donde ambas partes se sienten seguras para expresar sus emociones. Para lograrlo, es importante que cada persona tenga su turno para hablar sin ser interrumpida, mientras que el otro puede tomar notas para luego responder, aclarar o argumentar. Aunque sea tentador interrumpir, se debe mantener el silencio y respetar el turno del otro. Si las intervenciones se extienden demasiado, pueden acordar un tiempo límite por persona, por ejemplo, 10 minutos máximo para cada turno, asegurando así un diálogo equilibrado. Si en algún momento te sientes atacado, señalado o juzgado, vale la pena preguntar antes de replicar, por ejemplo, si estoy interpretando que mi pareja me está acusando de infiel, lo más asertivo es preguntar, “¿estás queriendo decir que soy infiel o estoy malinterpretando lo que dices?”
- Abrirme emocionalmente y de manera sincera: la autenticidad en la comunicación es fundamental para establecer una conexión profunda con nuestra pareja. Esto implica expresar lo que sentimos de manera clara y honesta, pero utilizando un lenguaje que no ataque, sino que explique nuestras emociones. Por ejemplo, en lugar de decir «siempre haces esto», podríamos decir «me siento mal cuando esto sucede». Este enfoque disminuye la probabilidad de que la conversación se convierta en una confrontación.
Sin embargo, hay personas que tienen dificultades para expresar verbalmente lo que sienten, ya sea por miedo o por falta de habilidades comunicativas. En estos casos, es útil escribir previamente lo que se quiere decir, como si fuera una carta sincera, y luego leerla en voz alta durante la conversación. Además, si notas que tu pareja tiene problemas para expresar sus sentimientos, es importante ofrecerle apoyo y crear un ambiente de seguridad para que se sienta cómoda al compartir sus pensamientos.
- Llegar a acuerdos: finalmente, una conversación incómoda debe siempre tener un propósito claro: llegar a acuerdos que beneficien a ambas partes. Este último paso garantiza que las conversaciones difíciles no se limiten a la expresión de emociones, sino que también se enfoquen en encontrar soluciones concretas que fortalezcan la relación. Mi regla es simple: toda conversación incómoda debe tener un carácter resolutivo, es decir, debe resolver el problema. Esto se puede lograr a través de acuerdos, aclaraciones o incluso ajustes en la dinámica de la relación. Además, es importante establecer consecuencias claras en caso de que los acuerdos no se cumplan, lo que refuerza el compromiso genuino de ambas partes para construir una relación sana y equilibrada.
¿Y si no funciona?
Si la metodología anterior no funciona, existen otras alternativas que pueden ayudar a manejar la situación:
- Darse un tiempo en la relación: a veces, un espacio temporal puede ser útil para que ambas partes procesen sus emociones y reflexionen sin la presión del conflicto inmediato. Esto permite que las emociones se calmen antes de retomar el diálogo. La clave es establecer un tiempo fijo, por ejemplo, cuatro días.
- Buscar ayuda profesional: acudir a un terapeuta de parejas puede ser una excelente opción para recibir orientación y aprender herramientas de comunicación más efectivas con la ayuda de un profesional. Si deseas un enfoque integral que incluya hipnosis y PNL-F, puedo ayudarles.
- Darle fin a la relación: si después de varios intentos no se encuentran soluciones, es posible que el mejor camino sea terminar la relación de manera respetuosa, evitando conflictos mayores y asegurando que ambas partes puedan seguir adelante sin rencores.
Ahora bien, como mencioné al principio, las conversaciones incómodas no se limitan solo a las relaciones de pareja, sino que también son valiosas en las relaciones familiares y de amistad. De hecho, en muchos casos, es aún más importante adoptar una postura de escucha y disposición para resolver el problema cuando se trata de familiares o amigos, ya que las dinámicas suelen ser más complejas y cargadas de emociones. La metodología que describí puede aplicarse en cualquier tipo de relación, ya que el objetivo siempre es el mismo: crear un espacio seguro para hablar, escuchar con empatía y encontrar soluciones que fortalezcan el vínculo.
Hablar de temas difíciles es necesario para construir una relación sólida. Evitar estos temas puede dar una ilusión de paz, pero con el tiempo, la falta de comunicación puede crear fracturas profundas en la relación. Al abrirnos emocionalmente, escuchar sin juzgar y buscar soluciones conjuntas, podemos abordar estas conversaciones incómodas de manera constructiva, permitiendo que la relación evolucione hacia algo más sano, estable y duradero.
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Referencias:
Gottman, J., & Silver, N. (2015). The Seven Principles for Making Marriage Work: A Practical Guide from the Country’s Foremost Relationship Expert. Harmony Books.
Rogers, C., & Farson, R. (1987). Active Listening. In Communicate! Prentice Hall.
Rogers, C. (1951). Client-Centered Therapy: Its Current Practice, Implications, and Theory. Houghton Mifflin.
¿Cómo citar este artículo?
APA7: Vallejo, E. (5 de septiembre de 2024). Relaciones sanas, conversaciones incómodas. Erik Vallejo. https://erikvallejof.com/conversacionesincomodas